viernes, 26 de junio de 2015

¿Dónde está el límite de la autoexigencia?


Este es el problema de los que sufrimos siendo autoexigentes. Que nuestra exigencia no reconoce límites. Creemos que siempre es posible “un poco más”, aunque estemos agotados.

Ante un pedido o una insistencia del afuera, una parte nuestra muy oculta e interiorizada, una voz inaudible pero imposible de desobedecer nos dice “…PERO si vos podés…”.


Podés  hacer un poco más, en el trabajo, en tu casa, donde sea vos podés…  porque sos capaz, talentoso, macanudo, no te cuesta, te resulta fácil... Y pensás que lo hacés en 10 minutos. ¿Y qué son 10 minutos? (cuando en realidad termina siendo una hora). Bueno, es un detalle.

Pero resulta que vivimos llenándonos de “detalles”: postergaciones, tareas, obligaciones, cansancio. Eso sí, también satisfacciones. Pues al fin y al cabo pudimos, y no decepcionamos al que nos pidió el favor.  Y cuando podemos nos sentimos bien. Pensamos que así nos querrán más. O nos apreciarán más. O reconocerán nuestro trabajo.  Esto es lo que alimenta esa voz interna e implacable: “pero si vos podés”. Olvidamos que pagamos un precio muy caro al sobreexigirnos.

Y aclaro esto: “vos podés” es muy distinto al “PERO si vos podés”.

El primero implica un empuje positivo: nos moviliza, nos alienta a concretar nuestros proyectos, a hacer aquello que queremos o debemos hacer. Es el empuje que necesitamos para concretar lo que sea, ya sea cuidar a nuestros hijos o alimentar nuestro proyecto.

El segundo, en cambio, viene detrás de un NO, que en realidad es un “no” con minúsculas. Un “no” débil, que no puede sostenerse. Realmente NO queremos hacer eso que nos piden, pero nuestro “no” es incierto, no tanto por la insistencia del afuera, sino porque tenemos esa parte nuestra, interna, que es la primera en desautorizar ese “no”, y por eso lo deja así chiquito.

Y créanme que esa voz tiene la fuerza de una aplanadora, porque nos juega la necesidad de ser queridos, reconocidos, de no perder el afecto de quien nos reclama. Es realmente una aplastadora de límites, no hay barrera que se resista a la necesidad de aprecio externo.

Y entonces a ese “no” que asoma débilmente, se le pega el conocido “…PERO si vos podés”. Y como sabemos que podemos, nuestro “no” termina siendo un “sí”.

El tema es que no siempre podemos, y no siempre queremos. También tenemos nuestras necesidades y espacios, que a veces podemos postergar y a veces no, independientemente  de cuánto amemos a los demás.

Al decir NO, nos arriesgamos a que el otro se decepcione, se frustre o se enoje.  Y esto  nos resulta más dolorosamente intolerable que sostener nuestra propia necesidad, que es decir NO.  

Para los autoexigentes, lograr un equilibrio entre lo que necesitamos y lo que nos piden, es el desafío de nuestras vidas. No es fácil porque lo que está en juego es nuestra necesidad de amor y reconocimiento.

Pero es posible lograrlo, alimentando nuestro amor y confianza en nosotros mismos y reconociéndonos como personas valiosas, queribles, dignas y amables. Aún cuando digamos: “Disculpame pero NO, de verdad no puedo”.


Andrea García Moral  - counselor

ENFOQUE AL SER – Consultoría psicológica
Facilitación de procesos de cambio y desarrollo personal, desde el Enfoque Centrado en la Persona y el pensamiento Junguiano.

Consultas: enfoquealser@gmail.com

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