Este
es el problema de los que sufrimos siendo autoexigentes. Que nuestra exigencia no
reconoce límites. Creemos que siempre es posible “un poco más”, aunque estemos
agotados.
Ante
un pedido o una insistencia del afuera, una parte nuestra muy oculta e
interiorizada, una voz inaudible pero imposible de desobedecer nos dice “…PERO si
vos podés…”.
Podés
hacer un poco más, en el trabajo, en tu
casa, donde sea vos podés… porque sos
capaz, talentoso, macanudo, no te cuesta, te resulta fácil... Y pensás que lo
hacés en 10 minutos. ¿Y qué son 10 minutos? (cuando en realidad termina siendo
una hora). Bueno, es un detalle.
Pero
resulta que vivimos llenándonos de “detalles”: postergaciones, tareas,
obligaciones, cansancio. Eso sí, también satisfacciones. Pues al fin y al cabo
pudimos, y no decepcionamos al que nos pidió el favor. Y cuando podemos nos sentimos bien. Pensamos
que así nos querrán más. O nos apreciarán más. O reconocerán nuestro trabajo. Esto es lo que alimenta esa voz interna e
implacable: “pero si vos podés”. Olvidamos que pagamos un precio muy caro al
sobreexigirnos.
Y
aclaro esto: “vos podés” es muy distinto al “PERO si vos podés”.
El
primero implica un empuje positivo: nos moviliza, nos alienta a concretar
nuestros proyectos, a hacer aquello que queremos o debemos hacer. Es el empuje
que necesitamos para concretar lo que sea, ya sea cuidar a nuestros hijos o
alimentar nuestro proyecto.
El
segundo, en cambio, viene detrás de un NO, que en realidad es un “no” con minúsculas. Un “no” débil, que
no puede sostenerse. Realmente NO queremos hacer eso que nos piden, pero
nuestro “no” es incierto, no tanto por la insistencia del afuera, sino porque
tenemos esa parte nuestra, interna, que es la primera en desautorizar ese “no”,
y por eso lo deja así chiquito.
Y
créanme que esa voz tiene la fuerza de una aplanadora, porque nos juega la
necesidad de ser queridos, reconocidos, de no perder el afecto de quien nos
reclama. Es realmente una aplastadora de límites, no hay barrera que se resista
a la necesidad de aprecio externo.
Y
entonces a ese “no” que asoma débilmente, se le pega el conocido “…PERO si vos
podés”. Y como sabemos que podemos, nuestro “no” termina siendo un “sí”.
El
tema es que no siempre podemos, y no siempre queremos. También tenemos nuestras
necesidades y espacios, que a veces podemos postergar y a veces no,
independientemente de cuánto amemos a
los demás.
Al
decir NO, nos arriesgamos a que el otro se decepcione, se frustre o se
enoje. Y esto nos resulta más dolorosamente intolerable que
sostener nuestra propia necesidad, que es decir NO.
Para
los autoexigentes, lograr un equilibrio entre lo que necesitamos y lo que nos
piden, es el desafío de nuestras vidas. No es fácil porque lo que está en juego
es nuestra necesidad de amor y reconocimiento.
Pero
es posible lograrlo, alimentando nuestro amor y confianza en nosotros mismos y reconociéndonos
como personas valiosas, queribles, dignas y amables. Aún cuando digamos: “Disculpame
pero NO, de verdad no puedo”.
Andrea García Moral -
counselor
ENFOQUE AL SER – Consultoría psicológica
Facilitación
de procesos de cambio y desarrollo personal, desde el Enfoque Centrado en la
Persona y el pensamiento Junguiano.
Consultas: enfoquealser@gmail.com
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