domingo, 12 de octubre de 2014

Convertí tu enojo en tu mejor aliado





¿CÓMO TRABAJAR EL ENOJO?  Escuchándolo, asumiéndolo, limpiándolo con cariño.  

Yo vivía enojada, tensa, irritada.  Más allá de los buenos momentos en familia, del trabajo y las ocupaciones, estaba ese tono de fondo y yo saltaba mal por cualquier cosa.  Mi hija me decía “mamá, no te escuchan…” cuando me veía insultar frente al televisor.  Una descarga inútil, pero evidentemente  necesaria. Había días en que yo misma no me aguantaba.  

Un día una noticia en particular me indignó sobremanera. Enojo que me duró un par de días.  Insoportable. 

Así que decidí aprovechar mi hora de proceso personal con mi counselor para hablar de mi enojo. “Estoy muy enojada por algo que vi en la tele, y hoy necesito hablar de esto”, le dije ni bien entré.


No se trataba de calmar ese enojo ni reprocharme por sentirme así. Al contrario. Necesitaba hablar de lo que me indignaba. Ya  había intentado ser comprensiva pero el enojo no se iba.

Empecé a hablar y sin darme cuenta empecé también a limpiar mi enojo de todas las etiquetas, censuras y comprensiones con que yo misma lo tapaba, acallaba y ahogaba. Como quien limpia un río contaminado, pesado, con agua estancada donde nada fluye y todo apesta.

Nombré e hice a un lado cada idea o sentimiento que censuraba y  lastimaba mi enojo. No porque no sirvieran, sino porque ese era el momento del  Sr. Enojo, y de nadie más. 

Hice a un lado la compasión, la comprensión (gran tapón del enojo), lo “políticamente correcto”, mi propia vergüenza por sentirme así, mis prejuicios,  etc. Cada vez que al nombrar eso que me enojaba, venía la idea tapón: “pero claro, ellos no pueden…” o “Yo no debería sentirme así”,  afuera con ella. 

Y dejaba hablar al enojo, que diga todo lo que tenía para decir. Ese era su espacio y su momento.  Hablaba con alivio y libertad pero también con plena conciencia de todo lo que iba ocurriendo en mi interior.

Lo que pasó luego fue maravilloso.

A la media hora de hablar, expresar y limpiar mi enojo, el tono ya iba cambiando, ya no era esa agua turbia, pesada, maloliente. A medida que el enojo corría y hablaba como chorro de agua limpia, algo en mi se tranquilizaba. De pronto, a medida que relataba la escena que me enfurecía tanto,  otra escena personal iba apareciendo en paralelo.  Noté que con las mismas palabras se definían dos escenas muy distintas, pero a la vez muy iguales en calidad e intensidad.

Al escucharme, me di cuenta que esa violencia, injusticia o atropello que yo vivía desde esos desconocidos de afuera, de la tele, totalmente ajenos a mí, era del mismo tono y color que otra violencia e injusticia que yo  vivía con personas conocidas. Y entonces fue el turno de empezar a recorrer esa otra escena, que ahora era personal y totalmente significativa.

Comprendí que explotaba contra ellos, los desconocidos, porque amplificaban una situación semejante que resonaba dentro mío, que al estar oculta, sin nombre y sin voz, aprovechaba esos sucesos externos y completamente ajenos a mi realidad, para salir y mostrarse. En un enojo persistente, molesto, y a veces explosivo.

El poder expresar mi enojo, limpiarlo, vivenciarlo sin etiquetas, comprensiones ni tapones, me permitió curarlo. Dejar de ponerlo en el lugar equivocado, y permitirle que actué como lo que es, un medio, un camino para mostrarme algo que me estaba haciendo daño, y que no estaba pudiendo ver hasta ese momento.

Desde ese día, ese malestar continuo, ese tono permanente de indignación y violencia desapareció. No es que lo que vea hoy no me enoje, pero no lo hace del mismo modo. Me enojo , registro el motivo, pero no me quedo enganchada. Me siento más tranquila. Estoy más activa. Duermo mejor, trabajo mejor, convivo mejor.

Dejar hablar a mi enojo, darle permiso de expresarse, limpiarlo, sacarle las cosas que lo enturbiaban, me permitió calmarme, sanarme, limpiar la mirada hacia lo que verdaderamente debo trabajar y curar en mi propia vida. Mi enojo se convirtió en un río de aguas claras, que fluye en armonía con mis otras emociones. 

No es ni mejor ni peor que el resto. Es totalmente funcional.  Una  simple y efectiva señal de alerta de que hay cosas que debo cambiar, solucionar o evitar.

Andrea García Moral – counselor

ENFOQUE AL SER  Consultoría Psicológica
El Enfoque Centrado en la Persona, desde una mirada Junguiana

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