¿Cuántas
veces nos hemos resfriado o engripado, justo unos días después de haber pasado
un golpe emocional, una gran angustia o desilusión?
Por
supuesto, tiene su explicación orgánica. El estrés que sufrimos nos bajó las
defensas haciendo que los virus, que constantemente circulan a nuestro
alrededor, tengan vía libre para ingresar a nuestro cuerpo.
Es
eso, y también es una gran oportunidad para quedarnos en cama, calentitos,
quietitos, y moqueando sin culpa (¿acaso no estamos resfriados o engripados?)
Moqueamos,
porque lo más seguro es que estemos llorando por dentro. Un llanto ahogado, que
no pudiendo expresarse libremente encuentra su propia salida para aliviar la
tensión que nos oprime.
Y
sí, nuestro cuerpo es un gran aliado a la hora de brindarnos justo eso que estamos
necesitando: un lugar tibio y calentito. Un nido donde arroparnos, taparnos
hasta el cuello, dormir las horas que necesitemos, o quizá simplemente leer un
libro o mirar una película, sin culpa y sin reclamos. O también, un lugar donde
sean los demás quienes nos cuiden y nos mimen.
Quizás
una gripe o un resfrío no solucionen el problema de origen. Pero sin duda,
podemos aprovecharlos no solo para descansar y reponer fuerzas, sino también
para darnos cuenta de que hemos sido heridos o estamos angustiados mucho más de
lo que creíamos.
En
una cultura donde se sobrevalora ser fuertes y proactivos, salir siempre
adelante bajo cualquier circunstancia, es muy difícil poder aceptar que no siempre
podremos responder como se espera de nosotros. Que determinadas situaciones nos
superan, aunque creamos que no son importantes. Y que en realidad nos sentimos
angustiados, culpables, desesperados o abatidos.
Pero
como percibimos que debemos reaccionar de otra forma, inmediatamente nos endurecemos,
inflamos el pecho, y decimos “aquí no
pasó nada", pero tarde o temprano nos enfermamos.
Lo
que sentimos no lo podemos tapar ni olvidar sin pagar un precio.
Quizás,
lo único que podamos rescatar de un resfrío sea tomar conciencia de que no
somos tan fuertes como creíamos. Y que eso que exigimos “no debería afectarnos”
en realidad SÍ nos resulta importante, y mucho. Lo que no nos importa, nos
resbala (literalmente) y no llega a atravesar nuestra muralla.
Entonces,
cuando pase el llanto y el moqueo, podremos ocuparnos de prestarle atención a
aquello que, evidentemente, nos importa
y mucho. Seguramente, tenga que ver con nosotros mismos, con algún aspecto que
reclama verdadera atención, cuidados y por sobre todo comprensión.
Andrea García Moral - counselor
ENFOQUE AL SER – Consultoría psicológica
Facilitación de procesos de cambio y desarrollo
personal, desde el Enfoque Centrado en la Persona y el pensamiento Junguiano.
Consultas: enfoquealser@gmail.com
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