VIVIMOS
RODEADOS DE ESTRUCTURAS, PERO LAS MÁS LIMITANTES SON LAS QUE LLEVAMOS DENTRO.
Nuestra
manera de ver el mundo se va configurando a partir de nuestras necesidades y
las experiencias adquiridas a lo largo de nuestra vida. Es un sistema de
retroalimentación, donde los estímulos se transforman en respuestas, y tras
repetirlos infinidad de veces, muchos circuitos se profundizan, mientras que
otros menos transitados se pierden.
Nos
organizamos en seres muy complejos, y acabamos viendo el mundo a través de
nuestra propia pantalla mental, del esquema que construimos sobre nosotros
mismos: quiénes somos, qué roles jugamos, cuáles son nuestras fortalezas y
debilidades.
En
base a este esquema instalado, inconscientemente filtramos la información que
recibimos de afuera y de adentro, según coincida o no con lo que pensamos de
nosotros mismos. Y actuamos en consecuencia.
Dejamos
entrar (reforzamos) aquellos mensajes que coinciden con nuestra propia imagen y
pasamos bajo la alfombra todo el resto (que no desaparece, sino que adquiere más
fuerza y sigue actuando desde la sombra).
Este
modo de funcionar nos ha traído hasta aquí, lo que no es poco. Pero estos
esquemas no tienen por qué ser rígidos e inamovibles, sino que podemos
cambiarlos o hacerlos flexibles, y entonces la vida se transforma en un mundo
lleno de sorpresas.
Para
ello, se necesita una sola cosa. La más simple, pero tal vez la más difícil de
lograr: Atrevernos a dudar de todo lo
que creemos como verdadero, rígido e indiscutible (“esto es así”). Poner en
duda esto que afirmamos.
Duda,
que no significa echar todo abajo. No significa: “si dudo, entonces ya no
existe o no sirve, entonces mejor no dudo, así nada se derrumba”. No, esta idea es sumamente amenazante y nos
paraliza (obviamente).
Es
simplemente: Permitirnos Dudar. No hay
nada de malo en dudar de algo que venimos afirmando o haciendo en forma automática (que sería lo
mismo). Siempre podemos seguir haciendo lo mismo, si así lo deseamos.
Es
interponer un tercer jugador interno entre lo que pienso y lo que hago. Uno que
observa y pregunta (amorosamente y sin juzgar).
Es
una pausa ¿Vieron esas películas, en que el tiempo se detiene y todo queda
suspendido en el aire, hasta las gotas de agua? Es eso. Suspender el tiempo, y
observarnos a nosotros y a nuestro alrededor.
¿Soy
yo la que afirma que esto es así, tan categóricamente? … Y entonces, habilitada
la pregunta quizás vea que en muchas ocasiones, solo repetí (hice propias) vivencias o afirmaciones de
otra persona (que es significativa para mí).
Entonces aparece la segunda pregunta: ¿Yo pienso “realmente” así? … y
quizás la respuesta sea, “no del todo”.
Y si no pienso “del todo” así, ¿por qué lo repito tan enfáticamente? … Y
así, las preguntas abren otras preguntas, y otros caminos.
Y quizás termine dándome cuenta que me estoy exigiendo,
a mí y a los demás, a través de afirmaciones que en realidad me son ajenas
(aunque las haya “hecho carne”). Y digo
exigiendo, porque cuando nos movemos con afirmaciones ajenas, todo es más
forzado.
En
cambio, la duda nos trae flexibilidad y alivio. Si podemos dudar, quiere decir
que podemos cambiar. Y si podemos cambiar, es porque podemos mejorar, elegir
otro camino, o por lo menos ampliar la mirada. Y eso ya nos trae aires de
libertad.
Me
doy cuenta que lo hoy afirmo como verdadero, lo es para mí en este tiempo y
lugar, pero puedo permitirme seguir aprendiendo y cambiando, y que quizás
mañana encuentre una opción superadora, complementaria o que incluso refute lo que pienso hoy. Y que eso está bien
para mí.
ENFOQUE
AL SER (un espacio creado para Permitirse Dudar)
Consultorio
individual, parejas, adolescentes +18, adultos, grupos.
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