martes, 8 de marzo de 2016

Si nos permitimos dudar


VIVIMOS RODEADOS DE ESTRUCTURAS, PERO LAS MÁS LIMITANTES SON LAS QUE LLEVAMOS DENTRO.

Nuestra manera de ver el mundo se va configurando a partir de nuestras necesidades y las experiencias adquiridas a lo largo de nuestra vida. Es un sistema de retroalimentación, donde los estímulos se transforman en respuestas, y tras repetirlos infinidad de veces, muchos circuitos se profundizan, mientras que otros menos transitados se pierden.


Nos organizamos en seres muy complejos, y acabamos viendo el mundo a través de nuestra propia pantalla mental, del esquema que construimos sobre nosotros mismos: quiénes somos, qué roles jugamos, cuáles son nuestras fortalezas y debilidades.

En base a este esquema instalado, inconscientemente filtramos la información que recibimos de afuera y de adentro, según coincida o no con lo que pensamos de nosotros mismos. Y actuamos en consecuencia.

Dejamos entrar (reforzamos) aquellos mensajes que coinciden con nuestra propia imagen y pasamos bajo la alfombra todo el resto (que no desaparece, sino que adquiere más fuerza y sigue actuando desde la sombra).

Este modo de funcionar nos ha traído hasta aquí, lo que no es poco. Pero estos esquemas no tienen por qué ser rígidos e inamovibles, sino que podemos cambiarlos o hacerlos flexibles, y entonces la vida se transforma en un mundo lleno de sorpresas.

Para ello, se necesita una sola cosa. La más simple, pero tal vez la más difícil de lograr: Atrevernos a dudar de todo lo que creemos como verdadero, rígido e indiscutible (“esto es así”). Poner en duda esto que afirmamos.

Duda, que no significa echar todo abajo. No significa: “si dudo, entonces ya no existe o no sirve, entonces mejor no dudo, así nada se derrumba”.  No, esta idea es sumamente amenazante y nos paraliza (obviamente).

Es simplemente: Permitirnos Dudar.  No hay nada de malo en dudar de algo que venimos afirmando  o haciendo en forma automática (que sería lo mismo). Siempre podemos seguir haciendo lo mismo, si así lo deseamos.

Es interponer un tercer jugador interno entre lo que pienso y lo que hago. Uno que observa y pregunta (amorosamente y sin juzgar).

Es una pausa ¿Vieron esas películas, en que el tiempo se detiene y todo queda suspendido en el aire, hasta las gotas de agua? Es eso. Suspender el tiempo, y observarnos a nosotros y a nuestro alrededor.

¿Soy yo la que afirma que esto es así, tan categóricamente? … Y entonces, habilitada la pregunta quizás vea que en muchas ocasiones, solo repetí  (hice propias) vivencias o afirmaciones de otra persona (que es significativa para mí).  Entonces aparece la segunda pregunta: ¿Yo pienso “realmente” así? … y quizás la respuesta sea, “no del todo”.  Y si no pienso “del todo” así, ¿por qué lo repito tan enfáticamente? … Y así, las preguntas abren otras preguntas, y otros caminos.

 Y quizás termine dándome cuenta que me estoy exigiendo, a mí y a los demás, a través de afirmaciones que en realidad me son ajenas (aunque las haya “hecho carne”).  Y digo exigiendo, porque cuando nos movemos con afirmaciones ajenas, todo es más forzado.

En cambio, la duda nos trae flexibilidad y alivio. Si podemos dudar, quiere decir que podemos cambiar. Y si podemos cambiar, es porque podemos mejorar, elegir otro camino, o por lo menos ampliar la mirada. Y eso ya nos trae aires de libertad.

Me doy cuenta que lo hoy afirmo como verdadero, lo es para mí en este tiempo y lugar, pero puedo permitirme seguir aprendiendo y cambiando, y que quizás mañana encuentre una opción superadora, complementaria o que incluso  refute lo que pienso hoy. Y que eso está bien para mí.

Andrea García Moral – counselor del Enfoque Centrado en la Persona, con orientación junguiana.


ENFOQUE AL SER (un espacio creado para Permitirse Dudar)

Consultorio individual, parejas, adolescentes +18, adultos, grupos.
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