¿Cuántas
veces escuchaste, o te dijiste, en tono despectivo: “no hace (tal cosa, tal cambio) porque tiene
miedo”?
Nos
culpamos por sentir miedo. Entonces al miedo le agregamos la culpa y la exigencia.
Y después nos preguntamos cómo es que estamos tan agotados y desesperanzados ¿
cómo no estarlo, con mochilas tan pesadas?
Sentimos
miedo ante una amenaza física o emocional.
En ambos se juega una pequeña o gran parte de nuestra vida.
Miedo
a la soledad, al abandono, al qué dirán, al fracaso, al juicio y al destierro
de nuestro grupo de amigos, colegas, familia, comunidad. Todos ellos tienen
algo en común: el miedo a no ser
queridos.
Este
es un miedo vital que se extiende a más áreas de las que podemos imaginar. Lo
sentimos desde que nacemos. Un bebé, aun siendo cuidado y alimentado, puede
morir por falta de amor y de mirada afectuosa.
Entonces,
el miedo a no ser queridos no
es algo pequeño. Está inscripto en nuestro registro como parte vital para nuestra
supervivencia. Así lo sentimos y así lo
necesitamos. Claro que al crecer necesitamos despegarnos y encontrar nuestro
camino y espacios. Pero para poder alejarnos y transitar por la vida necesitamos
haber sentido anteriormente la confianza y el cariño en cantidad suficiente
para este viaje. Son parte indispensable de nuestro equipaje.
Si
carecemos de la suficiente confianza, autoestima, capacidad en nosotros mismos,
ese primigenio miedo se nos interpone y
lo que para otros es fácil o sencillo, para nosotros puede ser un campo de
batalla infernal.
Por
eso, antes de juzgar al otro, debemos ponernos en sus zapatos y ver las cosas
como él o ella las ve, y no como nosotros creemos que son.
El
miedo nos viene a decir que hay algo que no está bien con nosotros, con nuestro
entorno, o nuestro lugar en el mundo. No siempre es obvio. Una relación
violenta es obvia. El por qué permanecemos en ella, o repetimos esquemas, no lo
es.
El primer paso para descifrar ese miedo es empezar
a recibir esa mirada, esa confianza, ese sentimiento de aprecio incondicional. Aun
en un espacio de consulta, si el aprecio es genuino, constante e incondicional,
es suficiente para poner en marcha el crecimiento y destrabar el bloqueo
impuesto por la mirada de los otros, por los juicios de valor. Para que vuelva
a circular nuestra vitalidad, seguridad y confianza en nosotros mismos y en
nuestras capacidades.
Andrea García Moral – counselor en
ENFOQUE al SER
Acompañamiento psicológico para una
mejor calidad de vida.
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