Como counselor del Enfoque, escucho y
acompaño a mucha gente. Amo mi trabajo. Cada historia que escucho es nueva para
mí, pero incluso lo es y en muchos aspectos, para mi consultante.
Todos tenemos lo que yo llamo “películas
inconclusas” en nuestras vidas. Historias que hemos empezado a contar, que
intuimos importantes, que confiamos a una amiga, pareja o un terapeuta… pero
que por un motivo u otro no llegamos al final del relato. Curiosamente se
interrumpen casi siempre en un mismo punto. Entonces nunca sabemos cómo
seguían, o como terminaban. Hechos
pasados de nuestras vidas, intuiciones, recuerdos, sensaciones, historias que quizás
nos contaron. Son situaciones que no están claras, que las sentimos difusas,
pero que una y otra vez nos aparecen con su urgencia por ser nombradas…
Y que cuando
empezamos a contar, son siempre interrumpidas, generalmente por nuestro
interlocutor. Y es que todos tenemos este sentido que nos avisa cuando estamos
a punto de entrar o ser llevados a áreas internas peligrosas. La auto
preservación actúa y la escucha se interrumpe. Y si el que estaba escuchando se
siente (inconscientemente) amenazado, desviará la conversación. No necesariamente tiene que ser un hecho traumático,
hay muchas cosas que nunca encuentran el lugar adecuado para salir, ya sea por
requerir máxima seguridad, o porque las consideramos “vergonzosas” o “viejas y
repetidas”.
El hecho es que empezamos a contar… y otra vez, o nos interrumpen, o nos cambian
de tema o nos retan o algo nos advierte que no hay agua en la pileta, entonces sonreímos
tontamente y somos nosotros quienes (sabiamente) cambiamos de tema. Nos pasa a
todos.
Pero… ¿Qué pasa cuando finalmente, encontramos
una persona que no interrumpe, no aconseja, no desvía mi atención, no trata de
consolarme ni menosprecia mis impresiones o las tilda de fantasías tontas? Pero
que sin embargo esta allí presente, acompañando, aceptando todo lo que soy, escuchándome
sin reservas ni prejuicios.
¿Qué pasa cuando, finalmente, esa historia puede
empezar a contarse… y ver la luz, sin que nadie la interrumpa ni critique?
¿Cuáles eran esas escenas jamás contadas? ¿Qué información vital me traen, esperando
por años ser revisadas?
Las lágrimas siempre son nuevas, aunque hayan
sido derramadas muchas veces. Si la herida sigue sangrando, si el problema
sigue doliendo, es porque aún tiene información vital para darnos. Aún tiene un
propósito, una razón de ser. Su propio sentido, que es único y misterioso. Por eso, nadie (y mucho menos un terapeuta) debería
creerse con el derecho a decirnos “alto ahí u “otra vez con eso” o lo que sea
que nos invalide y anule en esta búsqueda de información sobre nosotros mismos.
Esta película que encuentra su
final, es la puerta que abre un ala nueva del castillo. Es la palabra que hace
que todo cambie de lugar, y que el mundo se vea diferente. Es el umbral que se
cruza, y donde una nueva historia comienza a desplegarse.
Cuando esto ocurre, es muy movilizante tanto
para el consultante como para mí. Es un
momento con una cualidad única, donde ambos sabemos que algo muy importante
acaba de suceder. Y precisamente, por ser tan vital este punto, tan delicado,
tan peligroso para el consultante si se le apurara o presionara para ver
aquello que no está listo para ver, es que el Enfoque nos conduce a este punto
siempre guiados por la mano del
consultante. ¿Y de quién sino? De AQUEL QUE SABE (aunque no lo hubiese
advertido hasta ese momento) lo que tiene que saber: el cuándo, cómo y dónde, y todo lo demás.
Es la persona la que vibra con ese dolor, con
esa intensidad, con esa emoción previa a trasponer el umbral, a abrir esa
puerta cerrada de hace tanto. Siendo un
momento tan vulnerable, tan precioso, ¿no sería un acto criminal empujarle a
ello? (con insospechadas consecuencias) ¿Desde qué estrado o púlpito podría yo
saber, avizorar, imaginar siquiera las profundidades que esconde esa persona?
Es la inmensidad del ser humano la que hace que me incline respetuosamente ante
su presencia, y me declare completamente ignorante acerca de las soluciones que
pudiera ofrecerle a esa persona.
Pero asimismo, es esta misma inmensidad la
que me hace vibrar de respeto, orgullo, amor y admiración hacia cada persona
que deposita su confianza en mí y se abre con su historia. Y que hace que cada
día me levante con deseos de querer escuchar a más y más personas, para verlas
como se despliegan, para ver sus cambios, para ser testigo una y otra vez de
estas luchas. Para crecer yo misma como persona, y trabajar continuamente en mi
propio proceso personal para fortalecerme en cada encuentro. Para ser cada vez
mejor en la escucha. Para enriquecerme
con la mirada de otros.
Definitivamente,
amo mi trabajo.
Andrea García Moral
Counselor - Enfoque Centrado en la Persona
Enfoque al Ser
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