Encontrarnos
con aquellas partes nuestras olvidadas, ignoradas, o que quedaron suspendidas
en el tiempo a la espera de una oportunidad
para resurgir, nos brinda una alegría y plenitud indescriptible. Experiencias luminosas
que surgen de nuestro centro más profundo, llenándonos de energía y vitalidad.
Sabiendo que nos estamos acercando un poquito más a nuestro verdadero Ser.
Pero para realizar cada integración, es
necesario estar dispuestas a encontrarnos cara a cara con el dolor del
autoengaño, del haber necesitado “no-ser”, o “no-sentir”, o “no-pensar” para
seguir adelante. Las razones son muchas y variadas. Pero siempre están
sustentadas por el respeto a la vida, por el deseo primal de mantener la vida
aún a costa de sacrificar la autenticidad, los propios deseos o la felicidad. Encontrar
esa razón profunda nos brinda alivio,
seguridad y alimenta nuestra confianza en nosotras mismas y en nuestra
sabiduría innata.
Como esta resignación
por “no-ser” no es eterna, cada tanto tenemos la oportunidad de escuchar
nuestro llamado interior, suavecito a veces, estridente otras, que nos recuerda que hay algo nuestro que
pide ser realizado. Y si escuchamos ese llamado, es porque todavía estamos a
tiempo de retomar el camino y emprender la búsqueda de nuestro ser más
auténtico.
Pero debemos
cambiar de rumbo. Quizás debamos atravesar pantanos cenagosos, o peor aún,
desandar aquel camino tan conocido y verlo ahora con otros ojos. Encontraremos
lugares familiares, pero con colores y
formas nuevas, distintas. Porque claro, no somos las mismas. Ahora estamos en
otro lugar, yendo en otra dirección, y por lo tanto, viéndolo todo desde otra perspectiva.
Esto nos da
el combustible necesario para seguir adelante, pues sabemos que cada paso que
damos, es en beneficio de nuestro propio SER, (y ya no el del “no-ser”).
¿Vale la
pena entonces juntar el coraje para aceptar sentirnos tristes, angustiadas, o
dolidas por aquello que podamos llegar a
encontrar, de nosotras mismas o de
nuestro pasado?
Si el camino
que debemos cruzar está cubierto por un profundo charco de lodo, y del otro
lado estamos nosotras, esperándonos con los brazos abiertos, ¿lo cruzamos o no
lo cruzamos? Cada una sabe cuándo está lista. Pero el saber y el querer, no
bastan. Es necesario algo más. Por lo pronto, puede ser sentirse cuidada,
aceptada, contenida, segura.
¿Te da miedo
escucharte, quedarte en silencio, asomarte a aquellas preguntas sin respuestas?
¿Sentís vergüenza? ¿Tenés miedo a que te juzguen, te reten, te critiquen? Es
natural, ya que es muy delicado, muy precioso ese centro tuyo que vas a buscar.
Por algo estuvo oculto tanto tiempo.
Pero ¿sabes
una cosa? Si estás en un lugar donde te sentís contenida, segura, aceptada, cuidada,
podrás sentir miedo, vergüenza, y a la vez tener el coraje para decir: voy a
cruzar, ya estoy lista, y sé que esta persona me va a acompañar y no me va a
lastimar, ni juzgar.
Yo te ofrezco
mi mano. Sabés que podés agarrarme fuerte y que no te voy a soltar. Y cuando
vos quieras, sólo entonces, damos el primer paso, y juntitas las dos metemos
los pies en el charco lodoso.
Cuando
quieras, cuando estés lista, yo estoy. A tu lado.
Andrea García Moral
Autoconocimiento y Desarrollo Personal
Desde el Enfoque Centrado en la Persona y la Cosmovisión Junguiana.
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