jueves, 15 de mayo de 2014

No es posible meterse al agua sin mojarse






Encontrarnos con aquellas partes nuestras olvidadas, ignoradas, o que quedaron suspendidas en el tiempo  a la espera de una oportunidad para resurgir, nos brinda una alegría y plenitud indescriptible. Experiencias luminosas que surgen de nuestro centro más profundo, llenándonos de energía y vitalidad. Sabiendo que nos estamos acercando un poquito más a nuestro verdadero Ser.
  
Pero para realizar cada integración, es necesario estar dispuestas a encontrarnos cara a cara con el dolor del autoengaño, del haber necesitado “no-ser”, o “no-sentir”, o “no-pensar” para seguir adelante. Las razones son muchas y variadas. Pero siempre están sustentadas por el respeto a la vida, por el deseo primal de mantener la vida aún a costa de sacrificar la autenticidad, los propios deseos o la felicidad. Encontrar esa razón profunda  nos brinda alivio, seguridad y alimenta nuestra confianza en nosotras mismas y en nuestra sabiduría innata.

Como esta resignación por “no-ser” no es eterna, cada tanto tenemos la oportunidad de escuchar nuestro llamado interior, suavecito a veces, estridente otras,  que nos recuerda que hay algo nuestro que pide ser realizado. Y si escuchamos ese llamado, es porque todavía estamos a tiempo de retomar el camino y emprender la búsqueda de nuestro ser más auténtico. 

Pero debemos cambiar de rumbo. Quizás debamos atravesar pantanos cenagosos, o peor aún, desandar aquel camino tan conocido y verlo ahora con otros ojos. Encontraremos lugares familiares,  pero con colores y formas nuevas, distintas. Porque claro, no somos las mismas. Ahora estamos en otro lugar, yendo en otra dirección, y por lo tanto, viéndolo  todo desde otra perspectiva.

Esto nos da el combustible necesario para seguir adelante, pues sabemos que cada paso que damos, es en beneficio de nuestro propio SER, (y ya no el del “no-ser”).

¿Vale la pena entonces juntar el coraje para aceptar sentirnos tristes, angustiadas, o dolidas por aquello que  podamos llegar a encontrar, de nosotras mismas o  de nuestro pasado? 

Si el camino que debemos cruzar está cubierto por un profundo charco de lodo, y del otro lado estamos nosotras, esperándonos con los brazos abiertos, ¿lo cruzamos o no lo cruzamos? Cada una sabe cuándo está lista. Pero el saber y el querer, no bastan. Es necesario algo más. Por lo pronto, puede ser sentirse cuidada, aceptada, contenida, segura.

¿Te da miedo escucharte, quedarte en silencio, asomarte a aquellas preguntas sin respuestas? ¿Sentís vergüenza? ¿Tenés miedo a que te juzguen, te reten, te critiquen? Es natural, ya que es muy delicado, muy precioso ese centro tuyo que vas a buscar. Por algo estuvo oculto tanto tiempo.

Pero ¿sabes una cosa? Si estás en un lugar donde te sentís contenida, segura, aceptada, cuidada, podrás sentir miedo, vergüenza, y a la vez tener el coraje para decir: voy a cruzar, ya estoy lista, y sé que esta persona me va a acompañar y no me va a lastimar, ni juzgar.

Yo te ofrezco mi mano. Sabés que podés agarrarme fuerte y que no te voy a soltar. Y cuando vos quieras, sólo entonces, damos el primer paso, y juntitas las dos metemos los pies en el charco lodoso. 

Cuando quieras, cuando estés lista, yo estoy. A tu lado.


Andrea García Moral
Autoconocimiento y Desarrollo Personal
Desde el Enfoque Centrado en la Persona y la Cosmovisión Junguiana.

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