Tengo
sed de mí. Tengo hambre de mí.
Cuando
paso mucho tiempo lejos de mí, la tierra se reseca bajo mis pies,
el
aire se vuelve pesado y mi alma se apaga y entristece.
El
paisaje se vuelve árido y desolado. No hay ninguna lluvia creativa
que
permita que las flores broten con facilidad.
La
arena se convierte en tormenta que desdibuja a las personas que amo.
Estar
lejos de mí me duele, y lastima también a los demás.
Cuando
estoy muy lejos de mí, soy un yo al que no le gusta ser yo.
Ecos
en el viento, dibujos en la arena que quisiera borrar.
--¡Ya
sé que te gusta mucho estar con vos!— …menuda falta
me
reprochó enojada una terapeuta.
Lástima
que su título valía más que mi propio deseo
de
estar conmigo, con mis sueños y mi valiosa
introversión.
El
afuera es lo que cuenta, y si no cuenta, se inventa.
Y
así pasó a ser error y vergüenza el querer estar conmigo,
con
mis sueños, mis ideas, con mis escritos
y mis dibujos.
El
afuera es lo que cuenta, y a los que debés conquistar.
¿Con
espadas de madera y flechas de papel?, pensé.
¿Con
palabras vacías, copy-paste sin sentido de lo que se debe usar?
pensé, pero acepté, y por mucho tiempo me alejé para poderme acercar.
Pero
yo, ¿dónde estaba yo? Oculta detrás de un deber ser.
¿Cómo
podría ser mejor yo, estando tan lejos de mí?
Andrea García Moral
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