Hace ya unos años,
cuando yo recién estaba estudiando para ser counselor, y mi hija tenía 4 años, que ocurrió esto que quiero
comentarles, y que viene a cuento de lo que vamos a tratar en el taller del
lunes 2-dic:
Era la hora del baño
de Eri, de tardecita y era verano. Un día donde yo estaba particularmente
cansada, fastidiada, con calor y con más ganas de tirarme y relajarme un rato,
que estar allí insistiéndole para que se bañe. Finalmente, el baño
termina, y la ayudo a salir de la bañera. Ella
de pie, al lado de la bañera, yo sólo tengo que extender mi brazo hacia la
pared detrás mío para tomar su salida de baño (imaginen cuánto puedo tardar).
En ese instante me dice: - ¡Ay! ¡Qué frío!
Yo, con indisimulable
gesto de fastidio (recordemos que era verano) le contesto: --¡Ay Eri, pero si
no hace nada de frío! Acá tenés tu toalla.--- y
la envuelvo en su bata.
¿Y qué me responde?
---“Tenés razón mamá, no tengo frío”.
Y ahí, la que me quedé fría fui yo. Porque pude constatar en ese instante, cómo ella ajustaba su percepción corporal, o mejor dicho: distorsionaba su percepción sensorial para acomodarla a la mía. O sea, ella prefería negar su propia sensación real y concreta, para no hacer enojar a su mamá. Rogers diría, para no perder el afecto de su mamá.
¿Qué hice? Pues me
agaché a su altura, y le pedí disculpas por no haberla escuchado. Le expliqué
que estaba cansada y molesta por otras cosas, pero que lo que hice estuvo mal.
Que si ella sentía frío, si lo que su cuerpo le decía era que sentía frío, pues
eso era cierto y era
verdad. Que, lamentablemente, los
grandes vamos dejando de escuchar a nuestro cuerpo, pero que era importante que
ella siga escuchando al suyo, y no cambiarlo por lo que dicen los demás.
Bueno, creo que algo
me entendió. Le gustó tanto, que después, ese día y algunos más me decía: “mi
cuerpo me dice esto o aquello”.
En definitiva. Me
mandé una pifiada, que en el instante la pude corregir en el aire. De seguro
desde entonces me mandé muchas más, de las que no me di cuenta.
Sé que esto parecerá
una pavada en comparación con otros grandes errores que de seguro cometemos
seguido. Pero creo que si aunque sea en estas pequeñas cosas, o si por
momentos estamos más atentas, podemos lograr pequeños cambios en la forma
en que nos escuchamos, cómo nos comunicamos y encontramos, con nosotras mismas
y con nuestros hijos.
Y poco a poco,
granito a granito, se va construyendo la diferencia.
De estas y otras cosas más, hablaremos en el taller
del LUNES 2 DE DICIEMBRE
¡No te lo pierdas!
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Andrea García Moral – counselor - Enfoque Centrado en la Persona
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