Dibujo de Carl G. Jung |
En el viaje para llegar a ser nosotros mismos,
forzosamente debemos atravesar aguas tormentosas que
alojan nuestros miedos más profundos. Si
fuese tan fácil atravesar esos mares con sólo desear hacerlo, de seguro no
existirían los mitos, ni las leyendas, ni los cuentos ni las obras de arte. Así como tampoco las diversas ciencias y no tanto,
del alma y de la mente. Debe ser todo un tema eso de los miedos.
Considero fundamental no menospreciar el
poder del temor propio ni ajeno. Es evidente que no se trata de “si quiero, puedo”. Ni mucho menos al referirnos a un otro: “Lo que pasa es que no quiere cambiar /
escuchar/ hacer esto o aquello”. O
peor: “Lo que pasa es que está cómoda así
/ obtiene un beneficio oculto/ se queja para llamar la atención / si quisiera
ya lo hubiera hecho “ etc. , etc.
Cuando yo acompaño a una persona en su proceso
de búsqueda interior, es importante hacerme estas preguntas una y otra vez: ¿Estoy
brindando una escucha verdaderamente empática? ¿Puedo realmente ponerme en el
lugar del otro? ¿Estoy dispuesta a que la realidad de ese otro modifique lo que
yo misma entiendo por mi realidad? ¿Realmente puedo aceptarlo/a tal como es, y
no como quiero que sea? ¿Tengo plena confianza en que esa persona tiene dentro
de sí la sabiduría innata y los recursos necesarios para encontrar su propio
camino? ¿Estoy dispuesta a respetar sus tiempos? ¿Estoy dispuesta a encontrarme
con todo lo que me pase a mí durante ese encuentro?
DEFINITIVAMENTE SÍ; siempre
y cuando:
Yo misma me permita encontrar mi propio
espacio adecuado para ser mirada de esa manera. Me permita ser aceptada como
soy, y no como creo que debería ser para que me quieran. Aceptar que yo también
tengo mis temores, y que cuando mi escucha falla, no es porque la otra persona
no se conecta, ni tampoco porque decrece mi confianza en ella, sino porque
entre esa persona y yo, se interpuso un miedo mío, un fantasma que no me deja
verla tal como es, y que me limita en mi experiencia.
En el momento en que logro reconocer que un miedo mío se interpuso, es cuando puedo hacerlo a un lado, para vérmelas con él, en otro tiempo y espacio más adecuado. Y soy entonces aún más capaz que antes de ser una buena compañera de travesía. Aceptante y respetuosa, a su lado, y nunca adelante.
En el momento en que logro reconocer que un miedo mío se interpuso, es cuando puedo hacerlo a un lado, para vérmelas con él, en otro tiempo y espacio más adecuado. Y soy entonces aún más capaz que antes de ser una buena compañera de travesía. Aceptante y respetuosa, a su lado, y nunca adelante.
Entonces, ese espacio, donde mi trabajo es
acompañar a esta otra persona en su propio viaje interior, vuelve a quedar
limpio, para seguir navegando juntas y seguras por sus propias aguas
tormentosas.
A su tiempo, a su ritmo, pues todos estamos
en la misma travesía: todos, como podemos, enfrentando nuestros propios
miedos. ¿Y para qué? Pues, nada más y nada menos, que para sentir
amor. Sentirnos dignos de recibir amor y de dar amor. Sentirnos amables,
queribles, respetables y aceptables. Ser queridos tal y como somos. Y no como
pensamos que debemos ser para que nos quieran.
Andrea García Moral – counselor
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