lunes, 14 de diciembre de 2015

Conectarme y escuchar antes de actuar


La empatía, una de las bases del Enfoque Centrado en la Persona, empieza siempre en la relación con uno mismo.
Tengo que poder conectarme conmigo, con lo que me pasa, para luego poder conectarme con los demás.

Muchas de las reacciones molestas que nos provocan las personas, responden a necesidades propias insatisfechas. Cuando queremos mover a una persona de donde está y nos enojamos si se niega, debemos reconocer nuestra propia necesidad de que esa persona se mueva de allí, independientemente de sus reacciones.


Si no hay posibilidad de diálogo, si la otra parte no está dispuesta a escuchar, entonces el vínculo se nos vuelve como un juego de frontón, y lo que nos queda por hacer es ser empáticos con nosotros mismos ante la inamovilidad del otro.

En la medida en que puedo conectarme profundamente con lo que me pasa, todo lo que me rodea adquiere mayor claridad. El cristal se limpia de adentro hacia afuera.  

Lo importante es poder darme cuenta, percibir en qué medida me afecta lo que está sucediendo, poder identificar las distintas emociones que estoy sintiendo, sin excluir ninguna.  Indagar profunda y honestamente dentro de mí  para luego poder decidir con más claridad y actuar en consecuencia.

Escuchar.

¡Qué importante es detenernos a escuchar (y escucharnos)! Cuanto más profundizo en esto, más me doy cuenta de su importancia.

Como el acto mismo de la autorreflexión y contemplación requiere una pausa y un mirar hacia adentro, este movimiento nos corre del actuar hacia afuera en modo automático.

 Esos instantes de parar y conectarnos antes de actuar, son los que nos permiten evitar situaciones innecesarias.

Cuando reaccionamos emocionalmente a algo, en forma automática o desproporcionada, es porque nos movemos (emoción: latín= emotio: movimiento o impulso) en base a complejos, estructuras psíquicas muy cargadas afectivamente y que actúan dentro nuestro de manera absolutamente independiente, según Jung.

Estos complejos responden a determinados estímulos  en forma  automática y estereotipada, vale decir, casi siempre del mismo modo, y con mucha emocionalidad. Son como programas que tenemos grabados (propios o heredados) y que se ejecutan cuando reciben la instrucción adecuada. Toman el control de nuestro yo, y ahí es cuando hacemos y decimos cosas que, al provenir de la sombra salen mal y muchas veces nos ocasionan disgustos, malos entendidos, e incluso peleas que en otro momento de calma o reflexión  hubiéramos podido evitar.

Todos estamos conformados por infinidad de estos complejos. Podemos neutralizar sus efectos  o reconocerlos cuando aparecen, si es que nos entrenamos en el proceso de autoconocimiento y empatía, de una manera amorosa, honesta y comprometida con nosotros mismos.

Andrea García Moral – counselor del Enfoque Centrado en la Persona, con orientación junguiana.
mail: enfoquealser@gmail.com
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