jueves, 22 de octubre de 2015

¿Puedo empatizar con quien “se pone en víctima”?




Es muy interesante siempre lo que sale en los talleres de Empatía, sobre todo a partir de las dinámicas vivenciales, pues son temáticas que nos atraviesan a todos.

Por ejemplo descubrimos con qué facilidad nos enojamos o molestamos con las personas que se ponen en víctimas. Es una reacción muy generalizada y difícilmente evitable a pesar de nuestra predisposición a escuchar, si es que no estamos profundamente entrenados.

Y es que el enojo que sentimos  proviene básicamente de una profunda sensación de impotencia, que nos termina produciendo malestar y desagrado.

viernes, 9 de octubre de 2015

¡Ya no sé cómo quieren que sea!




¿Te sentiste así alguna vez? Yo sí. Cuando tenía 36 años, llorando desconsolada frente a mi doula y con mi hijita de tres meses en brazos. La maternidad había puesto mi mundo de cabeza y pateado mis puntos de apoyo. Toda mi confianza y seguridad se esfumaban en ese caos emocional que es el  puerperio, exigiéndome un incómodo regreso hacia mí misma. 

¿Cuánto tiempo llevaba esforzándome por querer encajar, agradar, ser querida por lo que yo pensaba que los demás esperaban de mí? Casi toda mi vida. La adolescencia, sin duda, la peor etapa.

lunes, 5 de octubre de 2015

Empatía: Adoptar el punto de vista del otro.




Esto es algo de lo que vimos en el 2do Taller de Empatía y Escucha Empática:

Cuando puedo ponerme en el lugar del otro y adoptar su propio punto de vista, las situaciones y las cosas se ven diferentes. Sólo desde ese lugar puedo genuinamente comprender al otro. 

 No es lo mismo quedarse en la orilla y decirle “vos seguí nadando que vas bien”, a meterme en el mar junto a esa persona y poder percibir, captar realmente qué tan profundas son sus aguas y cuánto sentido tienen sus temores. 

jueves, 1 de octubre de 2015

Caemos profundo para recuperar aquello que debemos integrar



Imagen: Mary Blair


No importa que tan bien nos levantemos en la mañana.  Hay hechos o situaciones puntuales que actúan como disparadores y nos cambian el ánimo rotundamente. 

Yo los llamo las puertas trampa. Es como si fueran  mágicas puertas ocultas en el suelo, que se abren bajo nuestros pies en cuanto las pisamos y nos arrojan a profundos pozos oscuros y horrendos.

De pronto, una situación o conversación de lo más común, se nos vuelve dolorosa, opresiva  y pesada. Lacerantemente angustiante.  Y sin embargo, luchamos contra esa sensación pues no encontramos ningún motivo para sentirnos así, pues el tema es de lo más normal o trivial y no ha sucedido nada extraño.